Al final de la calle 118 by Clara Cortés

Al final de la calle 118 by Clara Cortés

autor:Clara Cortés [Cortés, Clara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-04-30T16:00:00+00:00


18. Zelda Fitzgerald

Hace mucho que no hablo con Raven. En casa ya no nos vemos, aunque supuestamente vivimos juntas. Cuando me levanto por la mañana, ella está dormida con la cabeza enterrada debajo de la almohada, tan quieta que ni siquiera puedo asegurar que respire, y cuando llego por la tarde ya se ha ido. No vuelve hasta por la noche, de madrugada, cuando yo ya estoy en la cama —a veces, durmiendo—. Hay ocasiones en las que me pilla leyendo, porque vuelve algo antes, y entonces apago la luz de la lámpara rápidamente para que no vea el brillo por debajo de mi puerta. Nunca me levanto para saludarla. Ni siquiera me molesto en dejarle algo de comida para cuando vuelva, porque al día siguiente ni siquiera le habrá quitado el papel albal al plato para ver qué es, y me parece tirar la comida.

En el trabajo, Eric está tan mosqueado conmigo por lo del otro día que ha empezado a soltarme las perlitas más sarcásticas de su repertorio, y eso sin contar que ha metido el turbo conmigo. Resulta que el otro día Alejandro llamó para concertar la cita definitiva o algo así y, al no estar disponible en ese momento, le fastidié la organización de toda la semana; ahora no solo me siento culpable por haberme quedado con Raven el otro día a pesar de que no podía haber hecho otra cosa, sino que tengo miedo de que Alejandro se piense mejor dejarme pasar la última prueba.

De todas formas, ya hemos concertado otra cita y (palabras textuales de Eric) «ni con un terremoto vas a escaquearte».

Suele estar anocheciendo cuando salgo de ABe, pero nunca es demasiado tarde, así que me gusta pasarme por la biblioteca para buscar algún libro nuevo y, además, resguardarme un poco del frío. Subo las escaleras despacio para no molestar a toda la gente que está estudiando, llego a la parte donde están los libros de literatura y me paseo por allí hasta que se me olvida qué hora es, qué he hecho durante todo el día o que tengo que volver a casa. Entonces, a las nueve más o menos, un encargado viene a por mí y me dice con educación que van a cerrar la planta, pero que la sala de estudio la dejan abierta hasta las doce. Ha venido tantas veces que al final tuve que presentarme, y él con una sonrisa me dijo que se llamaba Philippe.

Camino por la acera de la derecha muy despacio, mirando al suelo. Es curioso cómo se convierte en la de la izquierda si camino en dirección contraria y aun así eso no la hace ni un poco mejor. Estoy teniendo mucho cuidado en no pisar las líneas que separan los baldosines y a veces doy saltitos no planeados cuando estoy a punto de descuidarme. Es solo un juego, pero no lo es.

Los niños del orfanato suenan a zoo esta tarde y se ven como un cuadro lleno de pinceladas en movimiento como las que solo consiguen los mejores pintores y los locos, aunque normalmente estos suelen coincidir.



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